Y se fueron las lunas, y nuevos soles vinieron a despertar la mañana. El frío y el viento cedieron su paso al verano que fue despedido entre aviones que despegan y sueños que precisan madurar. De nuevo la lluvia suave que de puntillas resbala por mi piel y me despierta... y el día que había de llegar al fin llegó. Risas e incertidumbres, esperanzas e ilusiones, la vida en una mochila con alas destino a "Siempre jamás", el camino y los pasos que aún se han de dar. Y de nuevo regresé sobre esos pasos, a ese mágico lugar donde lo ligero se torna real, donde los duendes y las hadas bailan en el jardín.
Azul, eran sus calles al amanecer, el olor de la vida y lo fugaz de un tiempo que ya tocó su fin. Azul, el sabor de todas esas miradas volanderas, que ríen y se posan, que besan y abandonan. Azul, el tacto de sus palabras que buscan los rincones despoblados de mi razón para crear sus nidos; semilla de un mañana mejor. Azul, el ruido que acompaña cuando cesan los ecos de problemas, la súplica vertida en palabras mudas que intentan seguir uniendo los destinos. Azul, las huellas del Jaguar que me conducen a recónditas regiones, vírgenes madreselvas entre las que una respuesta debo hallar. Azul, "ese camino largo", que no sé si volveré a recorrer, la risa de un niño que sigue jugando al escondite entre los rincones de mi melancolía.
Dormidos campos, verdes columnas de maiz, la paz que brinda la anestesia de los sentidos. Regresé por aquellas tierras, caminé por sus ajadas calles, recorrí sus caminos mientras el sol iba diciéndome "adiós" al caer la tarde. Miré de nuevo en los ojos del Jaguar y encontré, encontré que estaba perdido, encontré la compañía de la pura soledad, lejos, volando lejos como si la vida quisiera mostrarme el camino descendente que vidas atrás hube de recorrer, camino que sigue doliendo. El Jaguar me observa y me despierta, sangran las heridas y mis ojos abandonan el trance de la "dormidera", "del opio y la amapola" para intentar regresar a un mundo real y seguir luchando por aquello que uno ama. De nuevo mis pies se dejaron llevar entre dulces sonrisas y cálidas miradas, ojos que siguen siendo las ventanas hacia otros mundos carentes de la distancia que nosotros nos empeñamos en marcar frente a nuestros propios hermanos.
Entre arañazos y antiguas palabras que no se pierden por los pasillos del olvido y la distancia, el Jaguar me recuerda con lágrimas en la mirada que "uno es dueño de aquello que domestica"...
De nuevo regreso, esta vez más gastado y viejo. Me asalta la duda del significado de la palabra extranjero. Sigo sin alcanzar a comprender el oscuro motivo que nos seduce a limitar el lindero de nuestras almas con infranqueables muros que tras ellos nos han de terminar por enterrar en esas montañas de soledad que de manera tan eficaz hemos aprendido a levantar.
Madrid me da la bienvenida tras dos semanas de ausencia con la risa de un sol que no deja de brillar, triste paradoja. Siento que esta puede haber sido la última vez que recorro ese camino, que tomo ese avión, la última vez que llego hasta "ese mundo", la última vez que escucho su voz y siento su tacto, la última vez que veo esos ojos y duermo a su espalda. Espero equivocarme, aunque tú nunca leas esto.
Llega el tiempo de encontrar calor en el refugio interior, de contemplar la lluvia en las pupilas, de tratar de juntar fuerzas para dirigir nuevamente los pasos hacia el preciso lugar, de encontrar la precisa respuesta que pueda hacer que lo probable se haga cierto. Lágrimas secas y arena en la retina, agujas endidas entre la uña y la carne, el susurro que se seca en soledad, invierno en bañador, laberinto de interrogantes y la misma respuesta...

Etiquetas: frente al espejo