25 diciembre, 2005

Ojos de tristeza

Día de Nochebuena. Eran las últimas horas de la tarde y el frío del invierno se tamizaba entre las plazas y gastadas calles que se iban empapando del desamparo dejado por todas esas personas que como hormiguitas regresaban a sus hogares, como es tradición en estas fechas, para compartir cena con sus seres más queridos.
Ya había cerrado el Bonnano, cuando él dirigió sus desacompañados pasos hacia un cercano bar con intención de apurar el último par de horas antes de regresar a casa y cenar con la familia. Dentro del local el humo y el ruido de entrechocar copas llenaban el ambiente junto a la envolvente música, algunas miradas, sonrisas y un poco de calor. Él estaba ensimismado en sus pensamientos, recordando el suave tacto de la fortuna que desde hace vidas a su espalda se acuesta y le saca de la cama al amanecer, fue entonces cuando algo le hizo salir de su abstracción; frente a sus pies, botellín de cerveza en mano, se encontraban unos ojos llenitos de la más pura tristeza, unos labios que intentaban dibujar una sonrisa que se tornaba en llanto y una voz suave y delicada que parecía a punto de quebrarse. Tras minutos de conversación entre el brindar de copas ella le preguntó; “¿tienes un consejo para darme?”, él recordó el peso que en otra vida arrastraba y le impedía caminar, y le respondió que no tenía consejos… detuvo sus ojos en esa mirada que gritaba una súplica milenaria pidiendo el fin de un dolor que parecía nunca acabar, sintió toda la tristeza que en ese momento habitaba en su alma, todo el sufrimiento que puede enquistarse dentro de un corazón…Un abrazo lleno de calor, palabras sinceras y un “llámame si quieres hablar”, y esos ojos colmados de infinita tristeza se alejaron entre el murmullo de la gente y con la sombra de la fría soledad ligada a sus pasos. A los pocos minutos él abandonó el local, el frío arreciaba ahora con más intensidad, subió la cremallera de su cazadora y se dirigió hasta el cercano aparcamiento donde había dejado su coche. Conduciendo hacia casa sabía que le esperaba el calor del hogar, las risas y los abrazos de los seres queridos, pero era incapaz de olvidar la tristeza que se había dibujado minutos antes frente a su mirada…

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04 diciembre, 2005

Lluvia

Era bien entrada la madruga mientras sus pasos caminaban a la par sobre las mojadas aceras y bajo la incesante lluvia, que una vez más, les devolvía a la vida con sus húmedas cosquillas de terciopelo. Ella daba pasos alados con sus botas mojadas, por suerte aún mantenía secos los pies, sus ojos hablaban sin palabras de toda la vida e ilusión que tenía cabida en su interior y su risa era contagiosa y alegre como una lluvia de pequeñas estrellas. Él no dejaba de escuchar y sentir al cálido tacto de cada una de las palabras que de los labios de ella iban naciendo como mariposas azules, y por unos segundos, ó una vida entera; el tiempo se detuvo.
Ambos compartían la certeza de saberse afortunados, la paz de sentirse en equilibrio consigo mismo y la ilusión de los nuevos caminos que esperaban recorrer.
Ambos saben que cada día es un regalo y que tras las nubes negras siempre hay un nuevo sol dispuesto a amanecer, cuando llueve y la ocasión es adecuada, dejan que toda esa vida y energía les cale hasta los huesos y haga sentirse más vivos y humanos, mientras en un lejano rincón dos paraguas se lamentan de no poder sentir esa lluvia junto a ellos…

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De lo real

Comprendo que tal y como dicen, hay momentos de nuestra vida que son realmente especiales debido a lo exiguo de su tiempo y a la magia de su ritmo… y quizá si algún día intentas perpetuar ciertas situaciones te encontrarás sentado en el desván, con las manos vacías y la mirada perdida en el horizonte, recordando aquella quimera que de nuevo habías querido vivir y perpetuar, hablando con fantasmas y recordando las eternas puestas de sol… pero las alas están concebidas para volar, y sentir el viento en la cara una vez más…

Donde se esconden los sueños cada atardecer, donde el silencio te susurra al oído palabras mudas para comprender un mundo mejor, donde la noche deja de ser fría para abrigarnos con el manto de sus estrellas que procuran calor, donde los hombres no se matan unos a otros por un pedazo de pueril poder, donde las manos olvidan cómo empuñar un fúsil..

Me preguntas sobre lo que hay dentro de mi cabeza y sobre el mundo “raro” que habito, y yo comparto cinco días a la semana ocho horas de trámite a tu lado, los buenos días y el café, expedientes, papeles por ordenar, sumas y restas que siguen engrosando las arcas de los que más tienen... mientas tanto, más cerca de lo que pensamos, las balas siguen silbando cómo silban los niños recién peinados al salir de la bañera y ser secados por sus mamás, no se callan los llantos que siguen reclamando un pedazo de pan y una gota de agua que calmen su hambre y su sed.

Tú, que vives en un mundo que se rige por unas leyes que apenas soportas y toleras, tú que te rodeas de todo cuanto cabe en unas manos pero en realidad no tienes nada más que eterno vacío, tú que criticas lo que no comprendes por miedo a que esas ideas derrumben los frágiles pilares de tu castillo de naipes, tú que cada comienzo de semana amaneces con la desidia amarrada a tu espalda y desearías suprimir del calendario los lunes, martes miércoles y jueves… ¿aún sigues pensando que vivo en un mundo irreal?


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