29 junio, 2005

Viviendo a ciegas

Asisto atónita a la putrefacción progresiva de esta sociedad. O quizás me estoy quedando anticuada. Me siento como una espectadora flotando en una burbuja que anduviera sobrevolando todos los lugares. Y alucino. Me encuentro totalmente fuera de sitio. En el trabajo cada vez resulta más evidente la prostitución laboral. El que no se deja vapulear porque tiene una hipoteca que pagar o unos hijos que mantener, aguanta compungido a un jefe o unas tareas que le amargan cada jornada. Otros más perezosos venden sus intimidades y sus mentiras por televisión aprovechando que hay gente que les ve (porque se aburren con sus propias tristes vidas) y chupatintas que les pagan porque bien rentable les sale.

En periodismo, en concreto, estorban un montón de oportunistas, que no periodistas, que venden su pluma, y su mente, por una invitación a un restaurante o a un viaje, por recibir puntualmente todas las novedades del mercado de la cosmética o la moda, o por quedar bien con una editorial en la que algún día querrían publicar uno de esos libros que hoy escribe cualquiera. Lo curioso es que la gente los compra, mucho más que toda esa literatura de calidad que desaparece de las librerías enseguida, engullida por los superventas que ensalza la publicidad (por la cual nos cuestan tan caros los libros, y lo mismo ocurre con la música).

En las relaciones personales, la soledad es la peste. Impresionante la incapacidad que afecta a la peña a la hora de escuchar a los demás. Y la necesidad que tenemos todos de que nos escuchen. Por ello, cuando alguien presta atención a lo que contamos, sin esperar a que deje de sonar nuestra voz para empezar a soltar su monólogo, damos rienda suelta a toda la verborrea acumulada sin parar de hablar de nosotros mismos. Puro egocentrismo. Nos da igual cómo esté el otro, no le preguntamos porque no nos importa realmente nada más que su mera presencia como oyente. La incomunicación se vuelve patente en la dificultad para conseguir amigos, pareja, o incluso para sostener la relación con los familiares. Estamos rodeados de desconocidos porque no nos molestamos ni en conocer nuestro interior. Para algo vemos tanto la tele. Y sí, ya se sabe que profundizar en las miserias internas escuece, que reconocer errores, defectos, despropósitos, maldades e incoherencias duele. Tal vez es el peaje que debemos pagar para comenzar a evolucionar y reparar aquello que nos hace infelices.

En lugar de eso, nos lanzamos tal que posesos hacia las superficies comerciales a saciar nuestras ansiedades comprando todo lo que se presupone que hemos de exhibir en nuestras casas si tenemos un nivel adquisitivo decente. Lo cual a veces no se corresponde con la realidad, por eso hay tantas familias empeñadas en créditos sempiternos.

Por la noche, todavía supura un aspecto peor de las personas. Todas esas tensiones, represiones y frustraciones apelmazadas en el cerebro se expanden por todo el cuerpo con el alcohol y alcanzan su punto de ebullición en las partes bajas. Así que en las discotecas va todo el mundo desesperado por pillar cacho, ellos con la cadera por delante y ellas con la pechera hacia arriba. A probar suerte; a ver si, ya que no aciertan a comunicarse con palabras, al menos se entienden en la cama. El handicap es que con el índice de alcoholemia que acostumbra a haber en la sangre, la mañana siguiente suele suponer un susto, más que un gusto. Al final, actuar a ciegas nunca dio buen resultado, pero no por ello deja de ser una forma de ir por la vida.
Elisabeth G. Iborra
elisabethg_99@yahoo.es

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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

hace mucho tiempo atrás, el ser humano progresó hacia el habla, conquistó el lenguaje, haciéndose idioma... hoy, el lenguaje, la mayoría de las veces, no comunica, porque falla alguna parte de la comunicación; bien el emisor, el receptor o el propio mensaje... Cada día la incomunicación se agranda y (el 4º poder) los medios de comunicación, (paradójicamente) contribuyen a ello...

29 junio, 2005  
Anonymous Anónimo said...

Creemos que podemos comprar todo, como se compran aspirinas, pero cuando llega el momento de la reflexion, de colocar los valores,.. cuando sentimos que la realidad duele, la mayoria se colocan la mascara y el corse y siguen representando esa vida que en el fondo está vacia

29 junio, 2005  

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